Por Ian Green, Dip PFS
Hace aproximadamente 25 años me uní a MDRT para aumentar mi producción y convertirme en un mejor asesor financiero, planificador financiero y hombre de negocios. Mi propósito, al unirme, no era hacer más amigos ni descubrir una increíble red de personas a nivel mundial que se tomaran el tiempo de ayudarme cuando fuera que se los pidiera. Ni siquiera me uní porque deseara experimentar lo bien que se siente ayudar a las personas cuando te lo piden. Sin embargo, y afortunadamente, cada año esas tres cosas han formado parte de mi experiencia desde que me convertí en miembro.
Los beneficios del voluntariado
Existe una situación y una persona en particular que me han aportado esos beneficios extras inesperados. Todo comenzó cuando, hace muchos años, participé en la Reunión Anual MDRT como voluntario del Comité del Programa de Arreglos Generales (PGA, por sus siglas en inglés). Una de las primeras tareas que se me asignó en el comité del PGA fue trabajar de la mano con Clay Gillespie, CFP, CIM, de Vancouver, Columbia Británica, Canadá. Nuestro trabajo consistía en orientar a los asistentes.
Gillespie, miembro MDRT desde hace 21 años y yo hicimos muy buen equipo. Mientras ayudábamos a otros, tuvimos espacios tranquilos en los que pudimos platicar. A pesar de que vivimos a casi 8,000 kilómetros de distancia, nos dimos cuenta de que teníamos muchos intereses en común como, por ejemplo, las edades de nuestros hijos y el tipo de negocios que administrábamos además de compartir una decepción por el desempeño del equipo depor-tivo de nuestra ciudad.
Cuando nuestro turno de dos horas se terminó, esperamos al siguiente par de vo- luntarios que llegara a reemplazarnos. Nunca sabremos por qué, pero los siguientes dos equipos no llegaron así que seguimos trabajando cuatro horas más.
Cada uno de nosotros disfrutó del sentido del humor del otro y, por ello, el tiempo se nos fue volando a medida que ayudábamos a otros miembros. Cuando nuestra tarea terminó, decidimos ir a comer juntos. Le pedimos a uno de los miembros MDRT que iba pasando que nos tomara una foto. En aquella época, antes del surgimiento de los teléfonos inteligentes, solía cargar una cámara desechable y le prometí a Gillespie darle una copia de la foto en cuanto la revelara en el Reino Unido. Intercambiamos nuestra información de contacto y nos pusimos de acuerdo para reunirnos en una de las se- siones posteriores de la semana.
Cuando regresé a casa, revelé las fotos y me di cuenta de que mi nuevo amigo rio al último y rio mejor. En esa foto de recuerdo que tanto atesoro, me puso cuernos en la cabeza.
Años más tarde, nuestros caminos en MDRT volvieron a cruzarse en varias ocasiones gracias a nuestros diversos papeles como voluntarios. Gillespie fue muy amable cuando me propuso como voluntario para la organización de los eventos Top of the Table y, en consecuencia, se me ofreció un puesto en el comité. Me siento honrado de, finalmente, poder liderar esa división de MDRT y estoy muy agradecido por tener la oportunidad de dar un servicio.
La amistad y los beneficios para los clientes
Vi a Gillespie nuevamente durante una escala de 14 horas que tuve que hacer en Vancouver, su ciudad natal. En lugar de pasar el día en la ciudad yo solo, él decidió pasar todo el día conmigo. Mi escala también coincidió con la primera vez en décadas en la que uno de sus equipos deportivos, los Seattle Seahawks, llegaba a la final. Sin embargo, sacrificó su única oportunidad de ver a su equipo ganar para estar conmigo. Años más tarde, tuve la oportunidad de retribuir a su generosidad cuando recibí a Gillespie y a su familia en Londres, Inglaterra.
Cada vez que nos vemos nos apartamos tiempo para hablar del trabajo e intercambiar nuestras mejores ideas de negocios. Compartimos lo que nos funciona bien y lo que no. A pesar de trabajar bajo un esquema fiscal diferente, con productos y negocios diferentes, compartimos el mismo deseo de querer hacer el mejor trabajo posible para nuestros clientes y eso significa que tenemos mucho por compartir y aprender del otro. Aunque a nuestros clientes los dividen kilómetros de distancia, reciben un mejor servicio gracias a nuestra amistad con otro miembro MDRT.
De hecho, ambos recomendamos al otro con nuestros clientes que se mudan al otro lado del océano. Es maravilloso poder recomendarle a uno de nuestros clientes que emigra a un miembro MDRT confiable y competente. Debo recalcar que esta no es, en absoluto, la razón por la que me uní a MDRT, sin embargo, cuando surge la necesidad, resulta magnífico poder hacerlo.
Ambos nos propusimos servir a MDRT donando un poco de nuestro tiempo en una Reunión Anual. A partir de ese pequeño gesto, nuestra red de contactos creció al igual que nuestras empresas y nos convertimos en mejores hombres de negocios. La mejor y más inesperada parte de todo esto es que también formamos una amistad para toda la vida.
Por qué un seguro es el salvavidas que todos necesitan
Por Derek A. Dingwall, AFP
Cuando los clientes no comprenden la importancia que tiene un seguro, les comparto la siguiente historia.
Antes de que el Titanic emprendiera su primer viaje, en 1912, se le catalogaba como insumergible. Por lo tanto, a nadie pareció preocuparle el hecho de que el Titanic zarpara sin llevar suficientes botes salvavidas a bordo. Después de todo, los botes no serían necesarios.
Sin embargo, durante las primeras horas de la madrugada neblinosa del viaje inaugural del Titanic, este chocó contra un iceberg. Cuando la alarma sonó y los más de 2,200 pasajeros y tripulación se apresuraron a llegar a la cubierta para subirse a un bote, el elemento principal para salvar sus vidas, se dieron cuenta de que no eran suficientes y 1,500 personas fallecieron.
Durante los 40 años que llevo vendiendo productos de protección contra riesgos, casi toda la gente a la que me he acercado se ha creído insumergible. Entonces, lo que hago es contarles la historia del Titanic, les digo que vendo botes salvavidas y les explico que cada una de las pólizas de vida, de discapacidad o de enfermedades críticas es un bote salvavidas. De esta manera, la conversación cambia de inmediato.
A continuación, les pregunto: “¿Qué tan grande quiere que sea su bote salvavidas? ¿El bote será solo para usted, o quiere incluir a su familia?”.
El 14 de febrero de 2020, mi vida cambió. Nuestro Titanic chocó contra un iceberg llamado cáncer. A mi esposa Joyce, de 53 años, le diagnosticaron cáncer de ovario en etapa 4.
En ese momento, tenía una empresa de planificación financiera, en Johannesburgo, Sudáfrica, basada en los principios MDRT de honestidad, confianza y servicio. Sin embargo, mi esposa necesitaba más del dinero que producía mi negocio.
Afortunadamente, contaba con una gran póliza de enfermedades críticas que protegía a mi esposa con una indemnización totalmente libre de impuestos. Ese sería el bote salvavidas que me permitiría traspasar mi negocio, con todo y sus cinco miembros del personal, a otro grupo de planeación financiera dispuesto y capaz de hacerse cargo de mi negocio. Experimenté el mismo alivio financiero que yo le había prometido a mis clientes durante todos estos años.
La buena noticia es que mi barco sigue a flote. Joyce sobrevivió al cáncer y mejora día a día. Actualmente estamos disfrutando juntos de la etapa de retiro.
Todos necesitan contar con un bote salvavidas.