En mis 14 años trabajando como profesionista en el sector asegurador, el cliente que más me ha costado conseguir ha sido mi propia madre. Hay una razón por la que ella representaba todo un reto. Cuando estaba embarazada de mí, mi padre quería que interrumpiera su embarazo. Dado que mi madre no lo obedeció, se separaron antes de que siquiera hubiera nacido. Ante el reto de ser madre soltera, ella se propuso, como misión de vida, cuidar de su hija única. A pesar de que éramos muy pobres, dio lo mejor de ella para que no me faltara nada, ni siquiera aquellas cosas que se negó a sí misma, como una educación universitaria.
Soy la única miembro de mi familia inmediata que fue a la universidad, pero cuando decidí convertirme en asesora de seguros, mi madre se molestó. Creía que estaba desperdiciando la oportunidad de oro que ella me había dado de tener una buena educación y por la que había trabajado tan duro y sacrificado tanto. Habría preferido que fuera propietaria y gestora de mi propia empresa de marketing, o gerente de una gran empresa.
A pesar de que no quería saber nada sobre los seguros, la convencí de adquirir una cobertura de enfermedades críticas. Yo pagaría las primas mensuales; lo único que ella tenía que hacer era llenar los formularios necesarios. Como dictado por el destino, seis meses después, mi madre fue diagnosticada con cáncer cervical. El mismo seguro para el que me puso tantas trabas terminó por salvarle la vida.
Mi madre recibió su diagnóstico en enero de 2009, pero no le avisó a nadie de la familia, ni siquiera a mí, hasta un mes después. Si se hubiera atendido en el sistema de salud público, habría iniciado su tratamiento hasta seis meses después de haber sido diagnosticada. Además, había asumido que esa era la única opción de asistencia médica que tenía, y que el seguro solo pagaba después de que muriera.
“¿Recuerdas el seguro que te obligué a adquirir?”, le pregunté. “Hace un pago único en caso de enfermedades críticas, y el cáncer es una de las que cubre”.
Cuando escuchó esas palabras, su actitud cambió de forma tan positiva que parecía que la mitad de la enfermedad había desaparecido. Ese mismo día visitamos a su doctora y le informamos que mi madre contaba con un seguro de enfermedades críticas. “¿Por qué tu madre nunca lo había comentado?”, preguntó la doctora. “Puede seguir el tratamiento necesario en instituciones médicas privadas a partir de mañana en la mañana”. Mi madre comenzó su tratamiento el día siguiente y, luego de seis meses, había erradicado el cáncer. Hasta la fecha, mi madre es feliz, saludable, fuerte, y lleva una vida normal.
Tuve otro cliente que era bombero. Había estado pagando sus pólizas de seguro durante alrededor de dos años, hasta que un día, tras evaluar sus ingresos y gastos, dijo que tenía intención de cancelar todas sus pólizas porque no podía pagarlas. Le disuadí de hacerlo y le aconsejé que buscara otros gastos que cancelar. Él confiaba en mí y sabía que yo quería lo mejor para él, así que lo reconsideró.
Por desgracia, tan solo unos meses después de que tuvimos esa conversación, sufrió un accidente automovilístico potencialmente mortal que, en última instancia, lo dejó paralizado del cuello para abajo. La misma cobertura que había querido cancelar fue uno de sus principales salvavidas. La póliza le otorgaba un pago único por su discapacidad e incluía una cláusula de exención de pago que mantenía la póliza activa mientras él viviera sin que tuviera que pagar primas.
Estas dos experiencias les demostraron a estos clientes lo que yo ya sabía, que es la razón por la que me dedico a los seguros. Ser una asesora que puede ayudar a la gente a superar pruebas de vida difíciles forma parte de mi identidad, y así como mi madre y mi cliente bombero confiaban en mí, hay mucha gente que confía en ti. Debes comprender que hay ciertas cosas que solo tú puedes hacer; hay ciertos lugares a los que solo tú puedes ir; y hay ciertas personas a las que solo tú puedes llegar. Debemos darnos cuenta de que todos formamos parte de algo más grande, y cuanto más tardemos en despertar, más gente quedará desprotegida.
Por ello, si sabes quién eres y por qué te dedicas a esto, actúa consecuentemente.
Selena Chin-Coffie es miembro de MDRT desde hace 12 años de Kingston, Jamaica. Puedes contactarla en selena_chin@sagicor.com.